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Amado, descalzo ante la gloria

Pablo Mora

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Amado, descalzo ante la gloria
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Amado, descalzo ante la gloria

Pablo Mora

 

Cuando se aprestaba a cumplir 89, años de edad, falleció Jorge Amado, el más conocido de los escritores brasileños, el mejor novelista brasileño del siglo XX; hoy, descalzo ante la gloria, bajo un viejo mango, en el jardín de su casa de Salvador de Bahía, donde vivió durante los últimos 40 años. Habiendo sido traducida su obra a 48 idiomas y editada en 52 países, eterno candidato al Premio Nóbel, Jorge Amado, el escritor brasileño más comprometido, contó como ninguno la realidad de su circundancia, con el deseo grande de cambiarla, desde su intención social a la poética y estilística. Compromiso, universo narrativo, integrado, caracterizado, poblado por delincuentes, prostitutas, pordioseros, indigentes, campesinos, marineros, mujeres fogosas y pueblos fantásticos, dentro de una cosmovisión literaria fatalista, inmersa, signada por la expectativa apabullante de un siglo repleto de deshumanización, intriga, desigualdad, agitación.

Hemos de estar de acuerdo con Basilio Losada en que “si un gran escritor tiene siempre un mundo propio y un lenguaje propio para expresarlo, Amado como Faulkner, como Rulfo, creó mundos, creó lenguaje”. La obra de este bahiano forma parte de lo que se denominó «literatura regionalista», que dio escritores tan significativos, compañeros y amigos suyos, como fueron Graciliano Ramos, Rachel de Queiroz, José Lins do Rêgo o el inclasificable y único João Guimarães Rosa... Jorge Amado convivió con su pueblo y en él encontró sus historias. No sólo fue un representante de una de las generaciones más significativas de la literatura brasileña y no sólo el autor más traducido de toda su historia; fue ante todo –y él lo recordaría siempre– un ser humano más entre los otros seres humanos... Fue sí un hombre del pueblo, pero no tan sólo un sencillo contador de historias, porque él convirtió en mítica la tierra bahiana. Brasil, tal como hoy lo conocemos, se debe en gran medida a Jorge Amado. (Antonio Maura).

Para José Saramago, Jorge Amado no es sólo un gran escritor brasileño, sino uno de los grandes escritores en lengua portuguesa de todos los tiempos. Las numerosas traducciones de su obra dan la idea de su relevancia internacional. Gran escritor de la lengua portuguesa y también gran escritor universal. Su compatriota, Paulo Coelho, quien disputara con Jorge Amado el título de escritor de lengua portuguesa más leído del mundo, lamentó su muerte y expresó que fue el escritor que más y mejor representó a Brasil en el mundo entero.

Explicito el retrato que hace Élida Pinzón: “El apellido de Jorge, Amado, desde la cuna daba señales de que sería amado por su pueblo... Seducía despacio, con los ojos vagando por las paredes de la sala del mundo. Andaba, sin embargo, con firmeza, se diría incluso con sutil levedad. Su cuerpo hablaba, todo en él decía que era alguien que sabía por donde pisaba. Seguro de su camino... Siempre amé su brasileñidad. Cómo sabía identificar los objetos, los sentimientos, el cuerpo místico de la nación... No concibo mi país sin sus invenciones narrativas. Sin que él hubiese existido para engrandecernos”. Igualmente, Mario Vargas Llosa quien solicitara el Nóbel para Amado cuando éste cumplió 80 años, cree que Amado es el escritor que más hizo conocer Brasil en el mundo, un escritor que fue rejuveneciendo su obra con el paso del tiempo, de extraordinaria generosidad y calidad humana fuera de serie.

Basilio Losada no cree que haya en ninguna literatura contemporánea un caso de identificación tan profunda entre un autor y su mundo como el de Jorge Amado y Bahía. Para los habitantes de Bahía, Jorge Amado fue mucho más que un escritor, fue el hombre que les reveló su propio mundo. Losada subraya como a Jorge Amado le cupo el honor de que la dictadura quemara en las plazas de Bahía sus libros. Él mismo – recuerda – tuvo que marchar al exilio, tras conocer la cárcel y la persecución. Desde adolescente se había formado en la lectura de la novela proletaria de la Rusia soviética y del realismo norteamericano, sobre todo en Steinbeck. Le fue concedido el premio Stalin y, posiblemente por haber ganado este premio, nunca le concedieron el Nóbel, para el que aparecía propuesto año tras año. Y concluye Basilio Losada: “Cuando, vuelta al Brasil la democracia, fue recibido como un héroe, cubierto de honores, condecorado con todas las cruces imaginables, alguna incluso inventada para él, cuando entró en la Academia y era el personaje más querido y más popular del Brasil, a la altura de los cantantes y los héroes futbolísticos, prefirió seguir en su mundo, en Bahía”.

Descalzo ante la gloria, siente, ahora más que nunca, saudades de París, siente saudades de Bahía. Sabe que en París como en Bahía los viejos tienen derecho al beso.

 

Pablo Mora
moraleja@telcel.net.ve
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©2001 — Pablo Mora

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Agosto 2001

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